Que se pierda en el paisaje
Una comisión de diseño en un pueblo fantasma convertido en destino turístico permitió a Departamento del Distrito explorar ideas de preservación histórica.
Departamento del Distrito es un ganador del League Prize 2022.
Nathan Friedman y Francisco Quiñones, ganadores del League Prize, han estado interesados en las complejidades de la preservación histórica desde hace mucho tiempo. Es así que cuando su oficina, Departamento del Distrito, fue invitada a diseñar dos apartamentos de alquiler de corto plazo en un pueblo minero del siglo diecinueve en el norte de México, lo vieron como una oportunidad para involucrarse con las capas de material y significado latentes en el lugar. Construido sobre las ruinas que se hierguen sobre el paisaje local, el proyecto abre una conversación sobre la historia de auge y declive de la comunidad y su larga trayectoria de intercambio global.
Rafi Lehmann de The League habló con Nathan Friedman y Francisco Quiñones acerca del proyecto.
*
La conversación de hoy va a estar enfocada en su proyecto Casa Georgina. ¿Podrían contarnos del sitio en el que se encuentra el proyecto?
Nathan Friedman: Claro. El proyecto se encuentra en un pequeño pueblo, Real de Catorce, en el estado de San Luís de Potosí, en el norte de México. Es un área extremadamente remota, aproximadamente a 2,700 metros sobre el nivel del mar, en la cordillera de la Sierra Madre Oriental.
Francisco Quiñones: La primera vez que nos invitaron a ver el sitio fue toda una expedición—fue increíble, realmente mágico. Está a ocho horas en coche de Ciudad de México. En los últimos 27 kilómetros del recorrido se toma un camino empedrado por el desierto, y luego un túnel que corta a través de una montaña. El túnel se utilizaba para acceder a una mina de plata, que ya no opera, y tiene solo un carril; las personas que salen del pueblo tienen que esperar a que uno entre para poder usar el túnel. Al final de este llegas a una meseta en la mitad del desierto. Y la primera cosa que ves—porque es aún lo que compone al pueblo en su mayoría—son muros de piedra, muros en ruinas.
El valle en sí es un lugar sagrado para la población indígena local, los Huicholes. Entonces este territorio ha sido habitado continuamente desde hace mucho tiempo. Pero el pueblo adquirió importancia después de mediados del siglo dieciocho cuando se descubrió plata en la zona. Terminó siendo una de las minas de plata más grandes e importantes en la Nueva España.
La mitad del siglo dieciocho fue un momento interesante en México. La Guerra de Independencia de México [1810–1821] estaba en el horizonte y España lo sabía. Comenzaron a extraer tantos recursos como les fue posible y había mucho interés en pueblos como este. En este periodo se podían encontrar bienes europeos en Real de Catorce que probablemente no era posible obtener ni en la capital del estado. Hoy en día hablamos del turismo como si fuera un fenómeno de mediados del siglo veinte pero esta zona, a pesar de ser extremadamente remota, ha estado conectada globalmente desde hace cientos de años.
En su apogeo, cuando las minas estaban operando, hay reportes indicando que el pueblo tenía unos 40,000 habitantes. Sin embargo, después de la caída del precio de la plata a principios del siglo veinte y las revueltas de la Revolución Mexicana [1910–20], la mayor parte de este fue abandonado. Se convirtió en un pueblo fantasma. No había trabajo así que la gente se fue, abandonando los edificios que fueron convirtiéndose en ruinas.
Friedman: Más recientemente, en los últimos treinta años, se ha convertido en un destino turístico.
Quiñones: Así es. Real de Catorce es un pueblo que actualmente subsiste básicamente del turismo. Según el último censo nacional, tiene apenas unos 1,000 habitantes permanentes; el resto son visitantes temporales.
En los sesenta y setenta algunos extranjeros, principalmente europeos, visitaron el pueblo por su historia única y el increíble paisaje en el que está situado. Algunos de ellos se quedaron. Era extremadamente barato; en aquel momento se podía comprar una estructura entera y reconstruirla. Hoy en día muchos de los negocios turísticos locales son propiedad de europeos: gente de Suiza, España y Alemania.
También hay turismo doméstico. Es un pueblo que visitan los fines de semana personas de Monterrey y Saltillo, grandes ciudades industriales en el norte de México. Hay también una iglesia en el pueblo, la Parroquia de San Francisco, que es un sitio de peregrinación. Entonces durante parte del año cuando se llevan a cabo las fiestas de San Francisco, el pueblo está tan lleno de gente que hay quienes terminan durmiendo en la calle porque todos los hoteles están llenos.
En el 2001 el pueblo fue declarado un Pueblo Mágico. Esta es una designación que el gobierno federal creó para apoyar y preservar pueblos históricos en México. Para cuando nosotros llegamos a Real de Catorce en el 2017 ya había sido un destino turístico por un par de décadas.
Friedman: El pueblo se ha ido reinventando, en cierta medida, para servir y dar alojamiento a una audiencia contemporánea. A algunas personas les preocupa que actualmente hay demasiado desarrollo pues, aunque haya leyes y reglamentaciones de preservación, es posible eludirlas. Existen varios ejemplos en el pueblo de desarrollo que no es sensible a su contexto y que está dramáticamente fuera de escala.
Cuando comenzamos el proyecto nos enfrentamos con esta tensión interesante de cuándo y cómo sumarle al tejido físico existente: ¿Qué retienes?, ¿cómo evolucionará lo que retuviste?
¿Cómo surgió este proyecto particular?, ¿quién fue el cliente?
Quiñones: Georgina Landa es la madre de una amiga mía. Ella y su exesposo, un hombre de origen francés, visitaron Real de Catorce y se enamoraron del lugar. Compraron una propiedad y construyeron una casa, utilizando en parte una ruina que se encontraba en la misma.
La clienta es también dueña de un pequeño hotel a un par de cuadras de su casa, pero en un momento se dio cuenta que el mercado estaba cambiando. La gente ahora está más interesada en rentar a través de Airbnb, y eso fue una de las motivaciones detrás de nuestro proyecto. Nos comisionaron para diseñar dos pequeños departamentos, cada uno con su propia cocina y terraza privada, que los visitantes pudieran rentar en estadías más largas. El proyecto está ubicado dentro del jardín amurallado de la casa privada de la clienta y es, esencialmente, una extensión de esta.
Friedman: Ella tiene la idea de algún día mudarse de la casa principal a uno de los departamentos. Por ello, tuvimos conversaciones de cómo el proyecto podría evolucionar en el tiempo.
Para nosotros un punto de partida claro para el diseño fue trabajar con los muros de piedra existentes en el sitio—estudiar el muro como elemento arquitectónico y también como una condición interesante, tanto del pueblo en general como de la propiedad de Georgina en particular. Hay muros de piedra por todo Real de Catorce. Muchos de los que aún están en pie alguna vez fueron parte de estructuras más grandes que se han ido deteriorando a través del tiempo, dejando caer sus techos y pisos, los cuales se estructuraban tradicionalmente con vigas de madera. Y estos son muros gruesos—tienen entre 45 y 90 centímetros de ancho—y están todos hechos de piedra de las montañas locales. Esta es la norma.
El lote en el que estábamos trabajando estaba rodeado por uno de estos muros perimetrales tan comunes. Incluía también un jardín de maleza y una ruina, localizada sobre el lado sureste del terreno.
Quiñones: Queríamos jugar con la idea de que la casa se perdiera en el paisaje. Cuando miras estos muros en ruinas sobre la montaña, debido a que están hechos del mismo material sobre el cual están parados, se genera un juego interesante de pixelación y camuflaje. La primera vez que visitamos el pueblo hicimos algunas caminatas por las montañas circundantes para ver el lote desde distintos puntos de vista. Fue así que nos dimos cuenta que, en ciertos momentos del día, los muros en ruinas parecían desaparecer en el paisaje.
Friedman: Todo depende de la posición del sol porque lo que te permite leer el muro desde lejos es la sombra que proyecta. Si no la hay todo se vuelve bastante plano.
Quiñones: Muchas de las estructuras nuevas en Real de Catorce que han sido diseñadas por otros arquitectos son cajas de líneas rectas. Entonces pensamos, “¿qué podemos hacer para romper con la línea recta?”
Friedman: Esos volúmenes puros, cúbicos, son las formas más legibles en el paisaje. A pesar de que muchos de estos proyectos están bien construidos, es fácil distinguirlos desde lejos. Para nosotros ese acercamiento era problemático en este contexto.
Quiñones: Entonces rompimos la línea recta del muro y creamos un borde irregular. Es una pixelación del volumen total. Y como las piedras que forman las paredes externas de este proyecto son piezas pequeñas de la montaña, este concepto básico está presente también en el material—opera en distintas escalas.
¿Visitaron en algún punto los archivos para entender el lugar del proyecto?
Quiñones: Los archivos en México funcionan de una forma particular. Puedo decir por experiencia que no hay una cultura de archivado comparable a la de Estados Unidos, donde a menudo existen protocolos claros para el manejo, catalogación y acceso al material que se está archivando. En México hay archivos grandes dedicados a sitios importantes de la época prehispánica, colonial y moderna. Sin embargo, para sitios como Real de Catorce no existe un archivo histórico robusto. Los documentos están dispersos e incompletos.
Hemos logrado encontrar una pequeña colección de mapas, fotografías y documentos históricos a través del Instituto Nacional de Antropología e Historia [INAH], El Colegio de San Luis A.C. y un centro cultural local en Real de Catorce.
Para la investigación general también usamos como referentes a historiadores y escritores que han estudiado el pueblo, como Fernando Benítez y Rafael Solana, así como también un estudio más reciente sobre el turismo hecho por Irene Álvarez.
Y en cuanto a la casa en sí, visitar los archivos consistió literalmente en recorrer el pueblo y juntar las piezas. Nuestro proceso de diseño se vio informado tanto por las ruinas físicas que se encontraban en el sitio, como también por conceptos del tema de las ruinas en general—cómo estos fragmentos se forman, qué significan culturalmente para un lugar como Real de Catorce y cómo podrían informar una estrategia de adición en lugar de substracción. Esencialmente invertimos el proceso mediante el cual un edificio se convierte en una ruina, manteniendo a la vez las cualidades más importantes de los muros deteriorados del pueblo.
Para nosotros, esto significó la aplicación de una estrategia formal de volúmenes rotos o interrumpidos, borrando así la línea entre el proyecto arquitectónico y el paisaje circundante, y exponiendo también las cualidades latentes en los procesos de construcción vernácula.
De esta forma, el proyecto funciona como un altavoz que reverbera la historia del pueblo. Es nuestra manera de hablar del estado contemporáneo del lugar y del proceso histórico mediante el cual el sitio se convirtió en una ruina.
Friedman: Trabajamos con un equipo de construcción local, liderado por Rafael Ibarra, con una cantidad increíble de conocimiento en cuanto a métodos y técnicas tradicionales de construcción del lugar. Un detalle único que puede encontrarse en todo Real de Catorce, para dar un ejemplo, es la forma en la que piezas más pequeñas de piedra laja se utilizan para rellenar las juntas entre las piedras más grandes de los muros. Nos dimos cuenta de que la forma más efectiva de comunicar el diseño era literalmente caminar por el pueblo con el equipo de construcción, seleccionando detalles presentes en estructuras históricas y discutiendo cómo estos podían ser adaptados al proyecto.
Parte de la complejidad de Casa Georgina fue que decidimos aprovechar la preexistencia en el sitio, trabajar con los muros originales de este, los cuales fueron selectivamente demolidos, reparados y extendidos para cumplir con los requisitos programáticos de la clienta. Tuvimos que trabajar con una suerte de collage de métodos de construcción. Algunos de los espacios interiores de los departamentos tienen protuberancias inesperadas—rastros de los muros o de los cimientos originales que han quedado incrustados en un nuevo tipo de pared. Pensamos que uno tiene que aceptar estos momentos, sin importar lo extraños que puedan ser, pues son parte de la identidad del proyecto.
Relacionado con este tema, me pregunto si ven alguna relación entre este proyecto construido y el interés general de su práctica en temas de preservación histórica.
Quiñones: Nuestro interés en la preservación surge del deseo por entender cómo se les asigna valor a las distintas partes que componen el entorno construido. Cuando ciertas estructuras son preservadas, ¿para quiénes se mantienen? y ¿qué revelan estas decisiones sobre una cultura o sociedad particular? Es así que nuestro interés en la preservación es bastante más amplio que el del entendimiento más tradicional de la disciplina, en el que una figura con autoridad decide cómo una pieza de arquitectura debe mantenerse y cuál debe ser su narrativa histórica.
No hay obra de arquitectura estática y nos gustaría profundizar en formas de preservación más experimentales, en que las condiciones futuras sean múltiples y estén abiertas al cambio. Esta posición está respaldada por la continua investigación que llevamos a cabo en nuestra oficina y que influye en el rango de proyectos en los que decidimos involucrarnos, los cuales incluyen desde exhibiciones y publicaciones hasta proyectos construidos. Esta perspectiva nos ha ayudado a aproximarnos a proyectos como En-medio, una publicación impresa gratuita acerca del legado del modernismo en Ciudad de México, de la misma forma en que abordamos un proyecto de arquitectura como Casa Georgina.
Friedman: En Casa Georgina procuramos traducir este interés, esta investigación, a través de una visión contemporánea de diseño, sin romantizar el contexto o hacer que la estructura fuera percibida de una manera particular. Nos aproximamos al proyecto jugando con el concepto de, “¿cuándo es la forma legible?, ¿desde qué ángulos? y ¿qué vistas produce?”
Realmente se trata simplemente de trabajar con el sitio, aunque decir eso sea todo un cliché. Pero esta estructura está literalmente construida en el costado de la montaña. Excavar esta piedra es un proceso tan exhaustivo que lo más lógico era trabajar con la inclinación natural del terreno y con los fragmentos de muros preexistentes, los cuales simplemente continuamos construyendo.
Siendo una oficina cuyo trabajo se interesa en la teoría, la crítica y la historia, siempre estamos en la búsqueda de esos momentos en los que podamos expandir esa parte teórica de nuestra práctica a través de proyectos construidos. A veces podemos hacerlo, a veces no. Este caso específico, un proyecto ubicado en un lugar como Real de Catorce en el que hay una historia tan profunda y en el que la clienta estuvo dispuesta a trabajar con nosotros, es una oportunidad que nos sentimos muy afortunados de haber tenido.
Esta entrevista ha sido traducida, editada y condensada.